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Behaalotejá: Encender la Luz Interior

Bamidbar / Números 8:1 – 12:16


La palabra Behaalotejá (בְּהַעֲלֹתְךָ) puede leerse “cuando enciendas”…. Refiriéndose a Aharon y el encendió de la Menorah. Pero también puede leerse: “cuando eleves” o “al elevar”.


La palabra Behaalotejá viene del verbo “la’alot” (לַעֲלוֹת), que significa subir, elevar, ascender. En el contexto de la parashá, se refiere a la acción de Aharón, el Cohen Gadol, encendiendo la Menorá (el candelabro del Mishkán). El encendido debía hacerse de tal manera que la llama se elevara por sí misma.


Entonces, cuando la parashá dice “Behaalotejá et ha’nerot”“Cuando eleves las luces”, se refiere a Aharón encendiendo la Menorá del Santuario… pero la Torah nunca habla solo de cosas físicas: cada palabra es también un mensaje para nuestro corazón, nuestra mente, y nuestra alma.


Explica el Zohar que “elevar las luces” Significa ayudar a despertar la luz interior que cada ser humano tiene. Así como Aharón encendía las velas para que ellas pudieran arder por sí solas, nosotros también estamos llamados a encender la luz en los demás con palabras dulces, con paciencia, con amor… hasta que esa persona pueda brillar sola, desde adentro.


El Alma es una referencia a “La Llama”



Nuestros sabios dicen: “Ner Hashem nishmat adam” – “La vela de El Creador es el alma del ser humano” (Mishlei 20:27). Así como una vela tiende a elevarse, a buscar su fuente, el alma también ansía regresar a su origen: el Creador. Esta es su naturaleza espiritual más profunda: subir, elevar, arder por la verdad.


Cuando Aharón enciende las luces de la Menorá, no solo está encendiendo lámparas físicas. Cada una de las siete luces de la Menorá representa una frecuencia vibracional interna, una cualidad emocional espiritual. Y cada una de ellas corresponde a una rama del árbol de la vida que existe dentro de nosotros. El alma es una orquesta de dimensiones, que a la vez no son independientes sino que hacen parte de una unidad, tal y cómo la menorah estaba hecha de una sola pieza de oro. Nuestra tarea es armonizarlas para que toquen una sola melodía: la de la luz divina encarnada.


Jésed/bondad es la luz del amor sin condiciones. Nos recuerda que todo en el mundo fue creado con cariño, aunque a veces no lo podamos ver. Cuando somos buenos con los demás y también con nosotros mismos, encendemos esa chispa especial que vive en nuestro corazón desde siempre.


Gevurá/rigurosidad es la fuerza que nos ayuda a poner límites. Aunque parezca lo contrario, decir “no” o “hasta aquí” también es una forma de amar. Es como un fuego que calienta sin quemar, porque tiene forma y cuidado. Gevurá nos enseña a cuidarnos y a cuidar a otros con sabiduría.


Tiféret/equilibrio es la belleza que nace cuando mezclamos el amor de Jésed con la fuerza de Gevurá. Es como un puente entre lo suave y lo firme. Nos ayuda a ver lo bueno en los demás sin dejar de ser sinceros. Es la luz que une lo diferente para mostrar algo hermoso y lleno de armonía.


Netzaj/Persistencia espiritual es la llama que sigue brillando aunque todo parezca oscuro. Es la fuerza del alma que no se rinde. A veces sentimos que no podemos más, pero Netzaj nos recuerda que siempre hay una luz esperándonos, incluso antes del amanecer. Solo hay que seguir con fe.


Hod/Humildad es la luz que se inclina con agradecimiento sincero. Es cuando bajamos la cabeza con respeto y decimos “gracias”. Nos recuerda que no todo depende de nosotros, y que muchas cosas en la vida son regalos. Al agradecer, el alma se llena de luz y crece con alegría.


Yesod/unión es la conexión. Es como un puente invisible que une el cielo con la tierra y a las personas entre sí. Cuando compartimos amor, palabras buenas y abrazos sinceros, estamos usando la energía de Yesod para hacer del mundo un lugar más brillante.


Maljut/reinado es la presencia y la dignidad. Es la luz que vive en lo cotidiano: en cómo hablamos, en cómo caminamos, en cómo tratamos a los demás. Maljut no necesita brillar por sí sola, porque refleja todas las otras luces. Cuando aceptamos nuestra vida tal como es, la convertimos en algo sagrado y lleno de sentido.


Y así, el trabajo espiritual es permitir que cada uno de estos aspectos se encienda y se eleve. Pero no basta con un momento de inspiración: el objetivo es que la llama se sostenga por sí sola, sin necesidad constante de estímulo externo. Una vez encendida, debe seguir brillando desde dentro.


Este proceso ocurre cuando dejamos de resistir. Cuando anulamos al Yo limitado, y permitimos que la Luz infinita se exprese a través de nosotros. La Kabalá enseña que así como la vela se consume en la luz del fuego, el alma se anula en la conciencia del Uno.


La Anulación del Yo: La Vela ante el Sol


Nuestros sabios dicen que el alma es como una llama que siempre quiere subir, porque en el fondo desea volver a su origen divino. Pero el cuerpo y el ego la empujan hacia abajo. Esa lucha entre el alma y el ego es parte de lo que vivimos como seres humanos. Pero cuando dejamos de pelear con lo que somos, cuando decimos con sinceridad: “Hineni — Aquí estoy, tal como soy”, entonces el alma puede elevarse con facilidad, como una llama que sube sola.


El concepto de Ein Od Milvado“No hay nada fuera de Él” — es la clave de esta anulación. No es una renuncia al ser, sino una transformación: el yo separado se disuelve en el Yo universal. No es la negación del individuo, sino su integración. Como los electrones y positrones de un átomo que parecen separados pero en su raíz son manifestaciones de una única energía, una única fuente, el alma humana no es una entidad aislada, sino una extensión de la Unidad.


El Baal Shem Tov enseñaba que cuando uno medita en la unicidad de Dios, incluso el pensamiento de separación desaparece. Todo lo que existe es luz manifestándose con diferentes ropajes. Nuestra percepción de separación es una ilusión de la mente. Cuando se enciende la Menorá interior, esa ilusión se disuelve.


Así, nuestra tarea espiritual no es llegar a un lugar nuevo, sino recordar lo que siempre ha sido: que somos luz. Que somos Uno. Que la llama que arde en nuestro interior es la misma que brilla en el universo entero.


Aharón y la Conciencia Elevada



Aharón no es solo el primer Cohen, es el arquetipo de la conciencia elevada, del ser que sirve al Creador desde el amor y la paz. El Talmud dice: “Sé de los discípulos de Aharón: ama la paz, persigue la paz, ama a las criaturas y acércalas a la Torá”. Es decir, él representa una conciencia inclusiva, que busca revelar la luz en cada rincón del mundo.


En el plano espiritual, Aharón es como nuestra parte superior del alma, nuestra conciencia expandida, que enciende y eleva los aspectos dispersos y dormidos de nuestro ser. Él representa la chispa divina que sabe que todo es uno, que todo proviene del Creador y todo retorna a Él.


Así como Aharón enciende las luces del Mishkán, también nosotros tenemos la misión de encender nuestras luces internas, una a una, todos los días. Esto requiere observarnos, reconocer nuestras cualidades, nuestras sombras, nuestras resistencias… y elegir elevarnos por encima de todo eso.


El jasidismo enseña que la tarea del ser humano no es cambiar lo externo, sino elevar lo interno. En lugar de querer apagar la oscuridad, encendemos la luz, y entonces todo se transforma.


La Unidad Interior – Ein Od Milvado


La física cuántica moderna ha descubierto que en el nivel más profundo de la materia, todo está unido. Un solo campo, una energía indivisible. En términos espirituales, la Torá ya nos enseñó esto hace miles de años con la afirmación: “Ein Od Milvado” – No hay nada más que Él (Devarim 4:35). No es una frase poética: es una realidad espiritual y existencial.


Cuando comprendemos esto, dejamos de vernos como seres separados luchando contra la vida. Nos reconocemos como expresiones del Único, cada uno una chispa de esa Luz infinita. Cada experiencia, incluso el dolor, se convierte en una oportunidad para conectar con el propósito divino.


Desde esta conciencia, los desafíos ya no se viven como castigos, sino como caminos de transformación. Cuando el pueblo se queja en la parashá por no tener carne, por no tener suficiente, están desconectados de esta unidad. Están atrapados en la ilusión de separación.


El trabajo de Aharón –y nuestro trabajo espiritual– es recordar, cada día, que ya estamos conectados. Que la llama no necesita buscar el fuego: ya es parte del fuego. Solo debemos recordar, permitir, confiar.


Elevarnos Desde el Amor


Todo este camino solo puede sostenerse desde un fundamento esencial: el amor incondicional hacia nosotros mismos. El Baal Shem Tov enseñaba que amar a otro como a ti mismo implica, primero, amarte a ti mismo con dulzura divina. Reconocer que eres bueno, valioso, eterno.


Ese amor es el primer brazo de la Menorá: Jesed, la bondad. Y desde ahí, la luz comienza a fluir a través del árbol de la vida: desde la compasión, hacia la armonía, la humildad, la conexión, hasta la soberanía del alma. Es un camino interno de iluminación.


Cuando nos tratamos con ternura, cuando dejamos de juzgarnos, cuando nos reconocemos como velas encendidas por la Mano Divina, algo comienza a cambiar: nuestro rostro, nuestras decisiones, nuestros vínculos.


El Rebe de Lubavitch enseñaba que cada persona es como una vela esperando ser encendida. Y una vez que se enciende, tiene el poder de iluminar el mundo entero. Pero todo comienza con una chispa: un acto de amor, un pensamiento de confianza, un instante de rendición interior.


Conclusión: Convertirse en Llama Viva



Behaalotejá no es solo un relato del desierto; es una guía sagrada para el alma que anhela despertar. Es un recordatorio de que ya somos luz, y que nuestro verdadero trabajo es permitir que esa luz se eleve, que brille sin obstáculos.


La Menorá vive dentro de ti. Aharón representa tu conciencia superior. En cada instante, tienes la oportunidad de ser quien enciende su propia alma, quien despierta sus cualidades divinas y eleva su ser hacia la verdad más profunda.


Recuerda: no hay nada fuera de Él. Todo lo que eres ya es perfecto porque proviene de la Unidad. Solo necesitas encender tu interior, elevarte con fe y confiar… Porque Él es, y tú eres uno en Él. ¡Eres uno con Él!


Así que permite que esa luz brille sobre ti mismo. Recuerda tu bondad, tu esencia divina, tu valor infinito, tu pureza y tu eternidad. Recuerda que tu propósito está aquí y ahora, justo donde estás, y que es bueno, porque nace desde un lugar de ahavá —un lugar de amor verdadero.


Si logras conectarte con esa verdad, aunque sea por un momento, incluso si no estás seguro de creer… cierra los ojos y dale una oportunidad. Siéntelo. Siente tu cuerpo, tu respiración, el aire entrando y saliendo de ti. Y verás que, al permitirte esa conexión, los milagros comenzarán a revelarse. Porque el milagro más grande… eres tú.

 
 
 

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