
Levanta tu cabeza y recuerda que D-os ES en ti - La conexión de Nasó y Shavuot
- Luis Alfredo De la Rosa
- 5 jun
- 9 Min. de lectura
Actualizado: 7 jun
Hay un momento en la vida en que el alma se encuentra frente al abismo. Un instante en el que no hay luz, no hay dirección, y el ruido del mundo parece cesar para revelar un silencio abrumador. En ese momento, uno podría pensar que todo está perdido.
Pero es justo ahí —en ese punto— donde la Torá comienza a hablar.
Behar Sinai, “en el monte Sinaí”, no es solamente un lugar físico o un recuerdo ancestral. Es también un estado del alma. Es ese monte interior donde las tormentas nublan la vista, donde los relámpagos de la incertidumbre nos paralizan, donde el fuego del miedo nos hace temblar… y sin embargo, estamos de pie, abiertos, atentos, porque ya no hay nada más que D-os.
Cuando no hay nada más

Dicen nuestros sabios que cuando el pueblo de Israel estuvo al pie del monte Sinaí, las palabras de D-os no salieron en un solo idioma, ni con una sola voz. Cada alma las escuchó según su raíz, según su esencia, según su necesidad.
Los niños oyeron dulzura. Los sabios oyeron profundidad. Los pastores oyeron ternura. Y los que estaban rotos… oyeron consuelo. En una forma alegórica podríamos decir que La Torá descendió como lluvia, y cada uno que bebió de ella la sintió de acuerdo a su tipo de sed.
Nuestros sabios enseñan que en el Sinaí no solo escuchamos palabras; Vimos los sonidos. Vimos la Voz. Y eso no debemos leerlo o entenderlo como una ilusión mística del pasado: fue, y es, una verdad universal que vive en nosotros. La revelación no vino cuando todo estaba claro, sino cuando todo era oscuro. No vino cuando teníamos respuestas, sino cuando ya no quedaban preguntas.
La Voz que surgió no fue un discurso. Fue una revelación total que comenzó por un “YO SOY”…Y quizás no alcanzamos a entender el mensaje de esas palabras tan sencillas: “YO SOY…”
D-os no está, no existe… D-os “ES”. Estudiando en Shavuot leí esto, y no se imaginan el impacto que esa frase ha tenido en mí. Aunque parece sencilla, en realidad encierra una de las verdades más profundas que el alma puede recibir.
Al día siguiente, antes de dormir a mi hija, tuve una conversación con ella sobre esta idea que tocó mi alma: D-os no es algo separado de la realidad… D-os ES la realidad. D-os no existe como algo fuera…D-os ES TODO lo que es.
D-os no “existe”. D-OS SIMPLEMENTE ES. Esta verdad tiene eco en la enseñanza de nuestros sabios sobre el Nombre de HaShem: “Ehyeh Asher Ehyeh” – “Yo seré el que seré” (Shemot 3:14), o como lo entiendo yo : “Yo soy el Ser puro, eterno, presente en todo lo que es.”
El Talmud y el Midrash enseñan que este nombre no solo representa al Creador, sino también Su forma de revelarse en todas las formas, en todo momento y en todo lugar.
El Electrón Único

En la física cuántica existe una teoría conocida como el “electrón único” de Wheeler y Feynman (ganador del Nobel en mecánica cuántica), la cual sugiere que todos los electrones en el universo son en realidad el mismo electrón que se mueve hacia adelante y hacia atrás en el tiempo.
Es decir, lo que nosotros vemos como muchos electrones y positrones en el universo serían, en realidad, una sola partícula haciendo un recorrido enredado por el tiempo y el espacio, y pareciendo estar miles de trillones de moléculas al mismo tiempo.
Todos los electrones tienen exactamente la misma masa. Todos tienen la misma carga negativa. Y lo mismo ocurre con todos los positrones, pero con carga positiva.
Es decir, todos esos electrones y positrones no son individuos distintos, sino un solo electrón que está viajando a través de la latís cuántica, apareciendo muchas veces desde diferentes puntos de vista.
Entonces, si solo hay una partícula repitiéndose, tiene sentido que cada “versión” de ella tenga exactamente las mismas propiedades físicas (como la masa y la carga), porque en realidad es siempre la misma.
Cuando leemos que todos los electrones son uno, estamos describiendo el principio de Ajdut HaBore—la Unidad total del Creador…. Lo que muchas veces entendemos como: “Ein od milvado” – “No hay nada fuera de Él”(Devarim 4:35).
Esa noche, meditando un poco luego de que mi hija se hubiese dormido, recordé algo: había tenido un sueño la otra noche en que estudiaba el “D-os es”… Y lo había olvidado. No recordaba el sueño, no recordaba incluso qué había soñado…Un sueño que tenía mucha conexión con otros sueños pasados que, en su momento, para mí no tenían sentido… pero ese último era la clave para descifrar el significado de todos los sueños anteriores… Sueños que ahora entiendo como una revelación.
Y lo escribo no para compartir los detalles del sueño, sino para invitarte a mirarlo no como un evento personal, sino como un ejemplo de cómo, incluso en lo más confuso o aparentemente olvidado, la Voz sigue hablándonos. Aunque no recordemos conscientemente el contenido, el alma guarda la experiencia. A veces, lo que parecía un sueño disperso o sin sentido, con el tiempo se revela como un mensaje profundo, una clave que estaba esperando el momento adecuado para ser comprendida.
Así también es la Torá. No siempre la entendemos en el momento, no siempre sentimos que nos habla con claridad, pero queda sembrada. Y cuando el alma está lista —cuando la oscuridad se vuelve demasiado densa, cuando no queda nada más que rendirse— es ahí donde florece la semilla que parecía dormida. Ahí está el Behar Sinai - el Monte Sinaí.
“Behar Sinai” no es un evento que ocurrió hace miles de años. Es una experiencia viva, un estado del alma que puede despertar en cualquier instante. Cada vez que sentimos que no hay salida, cada vez que el silencio se vuelve insoportable, podemos recordar que en ese silencio se escuchó por primera vez la Voz que vive en nosotros.
El “Yo soy” no es una frase lejana. Es una presencia íntima. Una conciencia que no necesita demostrarse, porque simplemente ES. Y cuando dejamos de buscar afuera, cuando nos rendimos a lo que es, descubrimos que la Divinidad no está allá… sino aquí, ahora, en lo más profundo de nuestro ser.
Nasó: Levanta tu cabeza

En esta semana leemos Parashat Nasó, que significa “levantar”. Se trata de contabilidad, de nombres, de servicio. Pero en lo profundo, es un llamado al alma:
“Levanta tu cabeza. Mira quién eres. Tu rol no es menor. Tu vida, tu historia, tus silencios, también son parte del servicio divino.”
Nasó aparece siempre en conexión con Shavuot, porque justo después de recibir la Torá, viene el llamado a integrarla en lo personal. Una cosa es ver el fuego. Otra es convertirse en portador de la llama.
En Nasó leemos acerca de los levitas —aquellos que cargaban el Mishkán, el santuario móvil—, del nazir, que se consagra para elevarse, y de la bendición sacerdotal: “Que HaShem te bendiga y te proteja…”
Sabemos que la bendición se hacía para todo el pueblo presente pero toda la bendición está hecha en singular, como hablándole a cada uno… y aquí hay un mensaje muy lindo: cada uno tiene un rol en transportar la presencia divina por el desierto del alma. Cada uno lleva su Mishkán. Cada uno es un canal de la luz. Cada año, cada alma vuelve a recibir la Torá. Y lo más hermoso: cada persona la recibe de forma distinta.
Nuestros sabios enseñan que “La voz de D-os se dividió en 70 voces y 70 lenguajes”. Cada quien la oyó según su alma, según su capacidad, según lo que necesitaba.
Nasó nos recuerda que el trabajo espiritual no es genérico. Es único. Así como los levitas fueron contados uno por uno, y cada uno recibió una tarea específica en el servicio del Mishkán, también tú tienes una función única en este mundo. Nadie puede hacer lo que tú viniste a hacer. Nadie puede ocupar tu lugar. El universo no repite patrones cuando se trata del alma.
Cada uno de nosotros es una pieza irrepetible del diseño divino. Y por eso, lo que haces, sí importa. Incluso cuando parece que estás haciendo lo mismo que todos. Mira lo que la Torá hace con las ofrendas de los príncipes. Cada uno trajo exactamente lo mismo. Y, sin embargo, la Torá dedica muchos versículos a repetir, una por una, cada ofrenda. ¿Por qué? Porque aunque el acto externo era igual, la intención interna era diferente. Y eso lo cambia todo.
La conciencia desde donde haces algo lo transforma por completo. Dos personas pueden hacer el mismo gesto, pero cada uno lo hace desde un lugar de entrega distinto, de una conexión distinta, de un amor distinto .
La espiritualidad no está en el acto. Está en el alma que lo atraviesa. Esto nos enseña a dejar de compararnos. A dejar de pensar que nuestro camino vale menos si se parece al de otro. Nuestras acciones, nuestras decisiones, nuestros actos de bondad y servicio pueden parecer simples, pero cuando los haces desde lo profundo de tu ser, son inmensos.
No viniste a copiar el camino de nadie. Cómo un levita viniste a cantar tu nota en la gran alabanza del universo. Tu vibración es necesaria. Tu luz es esencial. Tu presencia es parte del equilibrio del mundo.
Recibir la Torá Hoy

Recibir la Torá no siempre se siente como luz. A veces se siente como confusión, vulnerabilidad, entrega total. A veces, no llega a través del estudio, sino del silencio. A veces no llega a través de una larga tefila, sino a través de un simple: “ Shema Yisrael Adonai Eloheinu Adonai Ehad - Escucha, Israel: HaShem es nuestro Dios, HaShem es Uno” recitado con todo el corazón No llega a través de la lógica, sino de la rendición del alma. No porque la entendemos, sino porque nos atraviesa.
El sueño era un mensaje así…un mensaje que me recordó que la revelación llega cuando estamos abiertos, sin pretensiones, sin control. A veces, ni siquiera sabemos qué estamos buscando… hasta que D-os nos entrega lo que el alma ya estaba pidiendo.
La Libertad de Ser en Él
Shavuot es también conocida como Jag HaJerut — la fiesta de la libertad. Pero esa libertad no es hacer lo que quiero, sino recordar quién soy. No soy libre cuando decido por mí mismo. Soy libre cuando dejo que D-os decida en mí. Cuando dejo que Su Ser sea mi ser.
Ser libre es ser D-os… No en arrogancia o separación, sino en unión. No porque yo soy Él, sino porque yo estoy en Él. Porque me permito ser canal, ser instrumento, ser expresión. Porque dejo de resistirme, y me convierto en viento que sopla en la dirección del misterio.
Se es libre cuando se es D-os, No porque uno sea D-os, sino porque al recordar que D-os ES… D-os ES en uno, entonces no hay separación, no hay miedo, no hay límites. Solo hay libertad: la libertad de ser, de amar, de dar, de crear, de respirar!!!!
Una Invitación

Shavuot y Nasó no son momentos independientes. Shavuot no es solo recordar lo que ocurrió. Es Permítete recibir. Quizás el monte Sinaí está en tu tristeza. Quizás está en tu duda. Quizás en tu oración más honesta, o en ese momento en que acompañas a alguien a dormir y ves cómo una luz dorada lo cubre.
Nasó nos invita a levantar la cabeza, a abrir el alma…nos invita a recordar que EL ES…No hay nada más que Él. Y tú estás ahí, con Él. Y eso, es recibir la Torá.
Nasó nos invita, después de Shavuot, a hacernos varias preguntas: ¿Estamos dispuestos a ser D-os en acción? ¿Estamos dispuestos a ser canales vivos de conciencia, verdad, justicia, compasión, creación?
Después de Shavuot, el trabajo no es estudiar más. El trabajo es SER más…Más conscientes….Más presentes…Más nosotros.
Y Naso nos toma de la mano para recordarnos que cada pequeño acto cuenta. Que cada alma tiene valor. Y que ahora… comienza lo más grande: vivir con todo el corazón…
Quiero invitarte a ti…Si!!! a ti!!!, tú sabes que te hablo a ti, esa persona especial que conoce mi sueño…Cierra los ojos por un instante. Respira profundo. Siente tu cuerpo, siente tu corazón, siente tu alma.
Imagina que estás de pie, al pie del monte. Hay truenos. Hay oscuridad. Hay silencio. Y ahí, en ese vacío… al principio aparece un punto de luz…uno pequeño…no una visión majestuosa, no luces de neón por montones cuál concierto de Coldplay …pero su luz es pura…aparece una voz…. esa voz no está afuera… esta dentro de ti…Esa voz no te pide nada…Solo está allí para recordarte algo: “Yo soy.”
Háblale, como si te hablaras a ti, porque esa voz es parte de ti…háblale como si le hablaras a tu mejor amigo/a y respóndele desde lo más profundo: “Hineni” … “Aquí estoy.”
Permite que esa partícula divina te habite. Permite que esa voz se vuelva tu pensamiento. Permite que esa luz sea tu decisión. Y repite internamente: Estoy dispuesto a ser canal de D-os. Estoy dispuesto a vivir…Estoy dispuesto a recibir…estoy dispuesto a ser…
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