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Beshalaj: Secretos de Bendecir, el Decretar, Aceptar, Permitir y Recibir

Actualizado: 13 feb

La travesía de los Hijos de Israel por el desierto, narrada en la Parashá Beshalaj, no es simplemente un relato histórico de nuestra liberación y el cruce del Mar Rojo (Yam Suf), sino un mapa espiritual que revela cómo ciertas acciones humanas aparentemente simples —bendecir, decretar, aceptar, permitir y recibir— se entrelazan con la voluntad divina para crear milagros.


Desde el cruce del Yam Suf hasta la caída del maná, vemos que estas prácticas tienen el poder de abrir puertas y transformar nuestras vidas. Sin embargo, hay una condición importante: estas acciones deben ir acompañadas de una alineación entre la mente (la idea/el pensamiento), la boca (la palabra) y el corazón (el deseo).


Debemos entender que en la mente, el pensamiento no es solo una imagen, sino una llave que nos ayuda a construir la realidad que nuestro corazón desea. Debemos visualizar lo que el corazón siente, anhela.


Es crucial ser conscientes de que nuestras palabras no son simples sonidos, sino códigos vibracionales capaces de atraer lo que deseamos y cambiar nuestra realidad.


Por último, lo que deseamos y anhelamos con el corazón se decreta en los mundos espirituales. La palabra “deseo” (ratzón en hebreo) se escribe con las mismas letras que tzinor, que significa "conducto", "tubería" o "canal", lo que sugiere que el deseo construye un canal, una especie de tubería por la cual lo que deseamos desciende del mundo espiritual al mundo material.


1. BENDECIR – לְבָרֵךְ (Levarej)


“Entonces Moshé clamó a HaShem, y HaShem le mostró un árbol; él lo echó en las aguas, y las aguas se endulzaron.” (Shemot 15:25)


Las aguas amargas de Mará representan los desafíos y pruebas en la vida. HaShem le mostró a Moshé un árbol, que al ser arrojado al agua, la endulzó. Aquí encontramos un secreto: la bendición no siempre llega en la forma que esperamos; a veces, se presenta como una dificultad que necesita ser transformada.


La Kabalá nos enseña que la bendición activa el flujo de luz desde los mundos superiores hacia el mundo físico. El acto de bendecir puede incluso transformar la energía del juicio (Din) en misericordia (Rachamim), permitiendo que lo que antes era amargo se endulce. El Árbol, que representa al Árbol de la Vida, simboliza la estructura espiritual del universo, y al lanzarlo al agua, Moshé simboliza la infusión de luz en la realidad material.


La palabra "Barej" (bendecir) es un código impresionante que tal vez no conocemos. En hebreo, cada una de las letras que la componen —Bet, Resh y Kaf— equivale al doble de la letra inmediatamente anterior. Esto establece una conexión interesante entre la raíz ברך (Bet-Resh-Kaf) y las palabras que pueden formarse con א-ק-ו (Alef-Kuf-Vav), especialmente desde una perspectiva espiritual.


Una bendición (berajá) está destinada a resonar en la realidad, creando un efecto espiritual como un eco que se expande. El acto de bendecir (ברך) y la resonancia del sonido (אקו – eco) están alineados con esta idea: las bendiciones generan cambios vibracionales en la realidad, influyendo en lo que atraemos.


Una bendición no son solo palabras; crea un efecto expansivo en el universo. Así como

Lo de un eco amplifica un sonido, una bendición amplifica la abundancia espiritual. Cuando bendecimos a otros, ponemos en movimiento fuerzas que nos regresan, de la misma manera que la realidad nos "devuelve" lo que proyectamos.


Bendecir cambia la forma en que nuestra mente interactúa con el campo de información, permitiendo que la energía positiva fluya. Cuantas más bendiciones identifiquemos, más sincronías se presentarán en nuestra vida. Bendecir con sinceridad nos saca de un estado de carencia y nos conecta con uno de abundancia. Nos deshacemos del campo energético de la escasez y nos recubrimos con un campo energético que resuena con la vibración de la plenitud. Al reconocer la abundancia ya existente, permitimos que más fluya hacia nosotros. Nos olvidamos de nuestro rol de víctima y asumimos nuestro rol de co-creadores.


¿Cómo aplicar esto? Cada mañana, tómate un momento para bendecir absolutamente todo lo que tienes: salud, hogar, oportunidades, comida, dinero, amigos, pareja, hijos, la cena de Shabbat, fuente de ingresos... todo lo que hagas en el día debe ser bendecido, incluso las cosas que no salen según tu plan. Al hacerlo, reconfiguramos nuestra conciencia para atraer más de lo que valoramos.


2. DECRETAR – לִגְזוֹר (Ligzor)


"Y tú, levanta tu vara y extiende tu mano sobre el mar y divídelo, para que los Hijos de Yisrael pasen por el mar en seco." (Shemot 14:16)


El texto en la Torah no utiliza la palabra "Ligzor" (לִגְזוֹר), que es el equivalente de "decretar" en hebreo, pero la palabra בְּקָעֵהוּ (beka’ehu, "divídelo") tiene un valor numérico de 214, que es el mismo que גזירה (gezeirá, "decreto"). La vara de Moshé simboliza el poder de la palabra y la autoridad divina. El acto de levantar la vara, respaldado por la Emunah/Fe inquebrantable de Najshón ben Aminadáv —quien saltó primero al mar antes de ver el milagro—, refleja el poder del lenguaje sagrado.


La palabra גזר (Gezer, decretar) tiene un valor numérico (gematria kollel) equivalente a אין סוף (Ein Sof, Luz Infinita), y nos recuerda que las palabras alineadas con la voluntad divina activan realidades ocultas. Cuando decretamos algo con plena certeza y un deseo puro, estamos activando fuerzas cósmicas que transforman los pensamientos en realidades.


Según la Kabalá, lo que decretamos con convicción se convierte en una estructura mental que modifica nuestra experiencia. Cuando Moshé levantó su vara, actuó con certeza, y esa certeza fue clave para que el milagro ocurriera.


¿Cómo aplicar esto? Cada vez que enfrentes un obstáculo, decreta con claridad la solución que deseas. No dudes ni un momento, actúa desde la certeza. Decretar con confianza nos alinea con el Or Ein Sof (la luz infinita). Un decreto firme reorganiza la energía a nuestro alrededor, atrayendo las circunstancias necesarias para que eso que deseamos se cumpla.


3. ACEPTAR – לְקַבֵּל (L’kabel)


"He aquí que haré llover pan del cielo para ustedes." (Shemot 16:4)


El maná representa la luz espiritual que proviene de los mundos superiores. En la Kabbalah, aceptar significa abrirse a recibir la abundancia divina sin temor ni duda. Los Hijos de Yisrael debían aceptar este "pan de ángeles" sin reservas, confiando en que HaShem proveería cada mañana. La palabra קבל (aceptar) tiene un valor numérico (gematria kollel) equivalente a סלם (Sulam, escalera)—, simbolizando el ascenso del ego (yesh) a la humildad (ayin). El Sefat Emet explica que "el maná era una prueba de bitajón: confiar en que mañana habrá más, aunque hoy no veas nada". En la práctica, esto se traduce en agradecer por lo que se tiene sin preocuparse por lo que falta, como enseñaba el Rebe de Lubavitch: "Si HaShem te dio hoy, ¿por qué dudas del mañana?"


La aceptación es un principio clave en el proceso de alineamiento con la Luz porque permite que la energía fluya sin obstáculos. Los Sabios explican que la resistencia genera bloqueos perceptuales que nos impiden ver soluciones y oportunidades.


Cuando aceptamos lo que ocurre sin lucha interna, nuestra conciencia se expande y nos volvemos receptivos a nuevas posibilidades. Aceptar no significa conformarse, sino reconocer la realidad presente sin quejarse ni sufrir por lo que no se puede cambiar. La queja genera sufrimiento, ancla la mente en una estructura de escasez, mientras que la aceptación abre el espacio para la transformación. En el desierto, los Hijos de Yisrael tenían que confiar en que el maná seguiría llegando cada día; aceptar la provisión divina los mantenía en armonía con el flujo de la abundancia. Cuanto más aceptamos lo que es, más rápido podemos movernos hacia lo que queremos.


¿Cómo aplicar esto? Cada día, practica aceptar lo que llega sin juzgarlo. Si algo parece un obstáculo, considera que puede ser una oportunidad oculta. La aceptación nos sincroniza con el flujo de la vida. Al dejar de resistirnos a lo que es, permitimos que la abundancia se exprese con mayor fluidez.


4. PERMITIR – לְהַתִּיר (L’hatir)



"Moshé extendió su mano sobre el mar, y HaShem movió el mar con un fuerte viento del este toda la noche." (Shemot 14:21)


Moshé permitió que la acción divina ocurriera. No intentó controlar el viento ni cuestionó el proceso, sino que confió en que el mar se abriría en el momento adecuado.


Permitir es confiar en el proceso sin imponer un control excesivo. Jacobo Grinberg enseñaba que la mente humana tiende a fragmentar la realidad, lo que nos hace querer anticipar cada paso antes de que ocurra. Sin embargo, la abundancia opera en un flujo natural que no siempre podemos predecir. Cuando permitimos que las cosas sucedan sin ansiedad ni resistencia, nos alineamos con ese flujo y las oportunidades aparecen de manera inesperada.


El control excesivo impide que la abundancia se manifieste porque genera tensión en la mente y el cuerpo. Cuando Moshé permitió que el viento soplara toda la noche sin intervenir, el mar se abrió en el momento perfecto. Cuando aprendemos a soltar y permitir, abrimos el espacio para recibir lo que realmente necesitamos.


¿Cómo aplicar esto? En situaciones difíciles, en lugar de forzar una solución, permite que las respuestas lleguen solas. Cuando soltamos el control, el universo puede actuar a nuestro favor. La abundancia llega cuando permitimos que las cosas fluyan sin miedo.


5. RECIBIR – לָקוּחַ (Lakoaj)


"Y lo recogían cada mañana, cada uno según lo que necesitaba." (Shemot 16:21)


El maná que caía del cielo simboliza la energía de la provisión divina. Sin embargo, los Hijos de Yisrael debían salir a recogerlo cada mañana. Esto nos enseña que la abundancia existe en potencial, pero debemos abrirnos a recibirla con acción y mérito. La palabra "לָקוּחַ" (Lakoaj) implica no solo recibir pasivamente, sino también tomar con intención, alineando nuestra voluntad con la abundancia. "Recibir" no es un acto pasivo, sino una interacción activa con el campo de la realidad. Recibir implica estar en sincronía con la abundancia, lo cual se logra a través de nuestra intención, atención y acción consciente.


Cuando los Hijos de Yisrael recogían el maná, actuaban con certeza de que HaShem proveería para sus necesidades. Al igual que ellos, nosotros debemos estar preparados para recibir las bendiciones que ya están disponibles. Si no actuamos para "recoger" la abundancia, simplemente no se manifiesta. Recibir es tanto un proceso de apertura como de acción.


¿Cómo aplicar esto? Haz una lista de las bendiciones que ya tienes y reconoce la abundancia que te rodea. Prepárate para recibir lo que se ofrece, abriendo tu corazón y tu mente para aprovechar las oportunidades.


En conclusión, A través de la Parashá, exploramos cómo las acciones de bendecir, decretar, aceptar, permitir y recibir no solo se manifiestan en la narrativa de la Torah, sino que también son principios fundamentales para alinearnos con la abundancia en nuestras vidas. Cada una de estas acciones nos ayuda a sincronizarnos con el campo de información universal, permitiendo que la realidad se transforme de acuerdo con nuestra intención y percepción. Cuando alineamos nuestra conciencia con estas fuerzas, nos convertimos en co-creadores de nuestra propia vida, atrayendo la abundancia de manera natural. La abundancia no es algo que buscamos fuera de nosotros, sino una vibración con la que debemos sintonizarnos. La Torah y la Kabaláh nos guían en este proceso, mostrándonos que el mundo físico y el espiritual están entrelazados, y que cada acción, pensamiento y palabra tiene un impacto en la forma en que experimentamos la realidad.

 

 
 
 

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