El Llamado de Vayikrá: El Camino del Acercamiento y la Corrección
- Luis Alfredo De la Rosa
- 30 mar
- 10 Min. de lectura
Cuando abrí el libro de Vayikrá, lo primero que me llamó la atención fue su nombre. Vayikrá (וַיִּקְרָא)significa “y llamó”, refiriéndose al llamado de HaShem a Moshé desde el Mishkán. Rashi, el gran comentarista, señala que esta palabra expresa un llamado afectuoso y especial, similar al de los Malajim cuando se dirigen entre ellos. Pero más allá de la historia, entendí que este llamado no es solo para Moshé; es un llamado para cada uno de nosotros.
וַיִּקְרָ֖א אֶל־מֹשֶׁ֑ה וַיְדַבֵּ֥ר ה’ אֵלָ֖יו מֵאֹ֥הֶל מוֹעֵֽד׃
“Vayikrá el-Moshé, vay’daber HaShem elav me’óhel moéd”
Y llamó a Moshé, y HaShem le habló desde la Tienda de Reunión.
La última letra de Vayikrá, la Alef, aparece escrita en tamaño pequeño en el Sefer Torah. Nuestros sabios explican que esto representa la humildad de Moshé, quien no se consideraba superior a los demás a pesar de su cercanía con HaShem. Pero, ¿qué significa esto para nosotros? La humildad es la clave para escuchar el llamado divino. Solo cuando bajamos el volumen de nuestro ego, podemos percibir las señales sutiles que HaShem nos envía en cada momento de nuestra vida.
Fue con esta idea en mente que comencé a explorar el concepto de las ofrendas en la Torah, y descubrí que no son meros sacrificios antiguos, sino un mapa espiritual para el crecimiento, la corrección y la transformación del alma.
Korban: El Acercamiento, No el Sacrificio

Cuando comencé a estudiar Vayikrá, la idea de los korbanot (ofrendas) me resultaba difícil de comprender. ¿Por qué la Torah dedica tanto detalle a los diferentes tipos de korbanot? ¿Cuál es su significado en nuestro tiempo? Lo primero que descubrí es que la palabra korban (קָרְבָּן) no significa “sacrificio”, como a menudo se traduce, sino “acercamiento”. Esto cambió completamente mi perspectiva.
El propósito de un korban no es “renunciar” o “perder” algo, sino acercarnos a HaShem. Cada korban representa un proceso interno, una transformación del alma.
Korban y la Raíz Kabbalística del Acercamiento
La palabra קָרְבָּן (korban) proviene de la raíz ק-ר-ב (K-R-B) KaRoB, que significa estar cerca. En la Kabbalah, la cercanía a HaShem no es un concepto físico, sino un estado del alma. Hay momentos en los que sentimos Su presencia intensamente, y otros en los que nos sentimos desconectados. Los korbanot son el mecanismo espiritual que la Torah nos enseña para corregir la desconexión y restablecer el vínculo con la Luz Divina.
El Ramban (Najmánides) explica que cuando una persona traía un korban, debía visualizar que el animal en el altar representaba una parte de sí mismo: su ego, su deseo descontrolado, sus instintos negativos. No se trataba de la ofrenda en sí, sino de la introspección y la transformación interna que ocurría en el proceso.
El Zóhar enseña que cada korban era un acto de rectificación energética. Nuestros pensamientos, palabras y acciones generan ondas espirituales, y cuando nos alejamos de nuestro propósito, esa energía necesita ser corregida. El korban armoniza el flujo de energía en el universo y dentro del alma de la persona.
El Acercamiento en Nuestra Vida Diaria
Hoy en día no tenemos un Beit HaMikdash, pero el concepto de korban sigue siendo esencial. Cada acción que hacemos con la intención de acercarnos a HaShem es un korban moderno.
Los sabios jasídicos explican que hay tres formas en las que aún podemos vivir el principio de los korbanot:
1. Tefilá (Oración) – El profeta Hoshea (14:3) dice:
“U’neshalmá parim sefateinu” – “Pagaremos con los toros de nuestros labios.”
Esto significa que nuestras palabras de plegaria reemplazan los korbanot. Cuando rezamos con intención, es como si estuviéramos acercando nuestra alma al altar.
2. Teshuvá (Corrección de nuestros actos) – El Baal HaTania explica que cuando una persona reconoce sus errores y trabaja para corregirlos, está haciendo el proceso que antes se lograba con el korban Jatat (ofrenda de corrección).
El Ari HaKadosh enseña que incluso nuestras experiencias difíciles pueden ser un korban, porque nos ayudan a limpiar aspectos internos y acercarnos a la Luz.
3. Tzedaká y Actos de Bondad – El Talmud (Berajot 17b) dice que dar tzedaká y ayudar a otros es como ofrecer un korban.
En la Kabbalah, se explica que la Tzedaká corrige los bloqueos en el flujo de Shefa (abundancia divina), permitiéndonos recibir más luz y bendiciones.
El Secreto del Fuego del Korban: La Transformación Interior
Uno de los aspectos más poderosos de los korbanot es que eran consumidos por el fuego del altar.¿Por qué el fuego?
El Zóhar explica que el fuego representa la transformación. El fuego convierte la materia en energía, elevándola a un nivel superior. De la misma manera, cuando entregamos algo a HaShem —nuestro tiempo, nuestra voluntad, nuestras pasiones— ese “fuego espiritual” transforma nuestra alma.
Korban: La Clave para una Vida de Elevación
El concepto de korban cambió mi forma de ver la conexión con HaShem. No se trata de “sacrificio”, sino de transformación. No se trata de “renunciar”, sino de elevar.
Cada vez que enfrentamos un desafío, cada vez que nos elevamos por encima de nuestros deseos egoístas, cada vez que damos un paso más en nuestro camino espiritual, estamos trayendo un korban interior, acercándonos a la Luz.
El Camino de la Corrección: Jatat y Asham

Fue en este punto donde descubrí uno de los aspectos más profundos de Vayikrá: el concepto de corrección de errores. Antes, solía pensar que cuando alguien fallaba, quedaba marcado por su error. Pero la Torah nos enseña lo contrario: errar es humano, pero la verdadera esencia de una persona se define por su capacidad de rectificar.
Jatat: El Error Como Parte del Crecimiento
La Torah introduce la ofrenda Jatat (חַטָּאת), tradicionalmente traducida como “ofrenda de pecado”. Pero al estudiar más a fondo, encontré que la raíz ח-ט-א (J-T-A) no significa “pecado” en el sentido secular de culpa y castigo, sino “errar el blanco”, desviarse del camino correcto.
El Arizal (Rabí Yitzjak Luria) explica que cada error crea un desequilibrio energético en nuestra alma y en el mundo. Pero este desequilibrio no es un castigo, sino una señal de que hay algo que corregir. Es como si la vida nos pusiera un espejo y nos dijera: “Mira, aquí hay una oportunidad para elevarte”.
En la Kabbalah, el concepto de Teshuvá (תשובה), el retorno, es el proceso de restaurar la energía perdida. No es solo arrepentirse, sino reorientar el deseo. El Tania, el libro central del jasidismo, enseña que cuando un error es corregido con amor y consciencia, la persona puede elevarse a un nivel espiritual incluso más alto que antes de haber fallado. Esto es revolucionario: el error no es el fin, sino el comienzo de una transformación más profunda.
Asham: La Responsabilidad de la Corrección
Si Jatat representa el reconocimiento del error, la ofrenda Asham (אָשָׁם) simboliza el siguiente paso: la responsabilidad y la acción.
El Rav Kook, el gran místico y pensador del siglo XX, explicó que Asham nos enseña que no basta con sentir arrepentimiento interno; debemos tomar medidas para corregir el impacto de nuestras acciones. Si herimos a alguien, debemos repararlo. Si generamos daño en nuestro entorno, debemos restaurar el equilibrio. La Teshuvá no es solo un asunto entre la persona y HaShem, sino también entre la persona y el mundo.
El Rebe de Lubavitch añadió otra dimensión: la corrección no solo limpia el pasado, sino que nos prepara para un futuro más elevado. A través de la Teshuvá, la persona se convierte en un recipiente más refinado para recibir la Luz de HaShem.
La Humildad: La Clave Para la Rectificación
Volví entonces a la primera enseñanza de Vayikrá: la letra Alef pequeña. Entendí que la humildad no es solo una virtud, sino la puerta de entrada a toda transformación espiritual. Moshé Rabeinu, el mayor de los profetas, fue también el más humilde, y por eso fue capaz de recibir la Torah. Si queremos corregir nuestros errores y acercarnos a HaShem, primero debemos aprender a disminuir nuestro ego y abrirnos a la verdad.
El Zóhar dice que el orgullo endurece el corazón, mientras que la humildad lo ablanda y permite la transformación. La Kabbalah nos está tratando de explicar que el orgullo crea una barrera entre la persona y la Luz de HaShem. Cuando alguien cree que ya lo sabe todo, que no necesita corregirse, que no tiene nada que aprender, cierra las puertas de su alma. Es como un vaso lleno: no puede recibir más agua. En cambio, la humildad nos hace como un recipiente vacío, listo para recibir nuevas bendiciones y entendimientos.
El Baal Shem Tov enseñó que la verdadera humildad no es negar nuestro valor, sino reconocer que todo lo que tenemos es un regalo de HaShem. Si alguien es sabio, es porque HaShem le dio la capacidad de entender. Si alguien es exitoso, es porque HaShem le dio la oportunidad. Cuando nos damos cuenta de que no somos los dueños de nuestra grandeza, sino sus guardianes, aprendemos a vivir con más gratitud y menos arrogancia. Alineado con esta idea, Rabí Najman de Breslov enseñó que la humildad no es pensar que no valemos nada, sino reconocer que nuestro valor proviene de HaShem y no solo de nuestros logros personales. Cuando vivimos con esta conciencia, los errores dejan de ser amenazas y se convierten en oportunidades.
Esta idea está profundamente conectada con la corrección de los errores. La persona que se aferra al orgullo justificará su error, lo negará, culpará a otros o lo esconderá. Pero la persona humilde lo reconocerá, lo aceptará y trabajará para corregirlo. Aquí está la gran diferencia entre una vida de estancamiento y una vida de crecimiento.
El Tania, el libro central del jasidismo, explica que la Teshuvá —el proceso de retorno a HaShem— solo puede ocurrir en un corazón humilde. Cuando alguien reconoce su error sin miedo ni vergüenza, y con un corazón sincero decide cambiar, se convierte en un canal para una Luz aún mayor. En palabras del Arizal, la Teshuvá hecha desde la humildad puede transformar incluso los errores en méritos, porque el proceso de rectificación nos eleva más allá de donde estábamos antes de caer.
Moshé Rabeinu nos mostró que la verdadera grandeza es ser humilde, y que la humildad no nos hace débiles, sino receptivos a la Luz infinita de HaShem. La Alef pequeña de Vayikrá nos susurra un mensaje eterno: para escuchar el llamado divino, debemos hacernos pequeños ante la grandeza del Creador.
Mantener el Fuego Encendido: El Secreto de la Transformación Constante

Uno de los versículos más poderosos de Vayikrá dice:
“אֵשׁ תָּמִיד תּוּקַד עַל-הַמִּזְבֵּחַ, לֹא תִכְבֶּה”
“Esh tamid tukad al-hamizbeaj, lo tijbé”
“El fuego del altar debe arder constantemente; no debe apagarse” (Vayikrá 6:6).
Este fuego representa el deseo del alma por elevarse, la pasión por la espiritualidad, la búsqueda de conexión con HaShem. Pero en la vida hay momentos en los que este fuego parece debilitarse: días de apatía, de dudas, de desconexión. ¿Cómo podemos asegurarnos de que nunca se apague?
El Zóhar enseña que el fuego del altar simboliza el fuego del corazón humano, la llama de nuestra Neshamá (alma). Este fuego se alimenta de nuestra voluntad de acercarnos a HaShem, de nuestra búsqueda de la verdad, de nuestro anhelo por vivir con propósito. Pero al igual que el fuego físico, si no lo alimentamos, eventualmente se extinguirá.
El Ramban (Najmánides) explica que el fuego del altar debía ser alimentado constantemente con madera nueva. Esto nos enseña que el crecimiento espiritual requiere renovación. No podemos vivir solo de la inspiración del pasado; necesitamos buscar constantemente nuevas formas de despertar nuestra conexión con HaShem. Cada día es una nueva oportunidad para alimentar el fuego de nuestra alma con estudio, meditación, bondad y Tefilá.
El Rebe de Lubavitch profundiza en este concepto y dice que el fuego representa dos niveles de servicio a HaShem:
1. Un fuego natural, el deseo innato del alma por conectarse con su origen.
2. Un fuego que necesita ser encendido, que es el esfuerzo consciente que hacemos para mantener nuestra pasión espiritual.
A veces sentimos una chispa natural de inspiración, pero otras veces debemos trabajar activamente para encender la llama. Y aquí está el secreto: incluso si sentimos que nuestro fuego interior es débil, siempre podemos avivarlo con pequeñas acciones.
El Baal HaTania enseña que el Yetzer Hará (nuestra inclinación al egoísmo) trata de convencernos de que si estamos desconectados, ya no hay esperanza. Pero el fuego del altar nos da el mensaje opuesto: mientras haya una chispa, puede volver a encenderse.
En la Kabbalah, el fuego también representa la transformación. El altar no solo mantenía encendido un fuego constante, sino que ese fuego convertía la materia en algo más elevado. De la misma manera, cuando encendemos nuestra pasión espiritual, transformamos nuestra vida cotidiana en un acto de conexión con lo divino.
Por eso, el versículo dice: “No debe apagarse”. No importa qué desafíos enfrentemos, siempre tenemos la capacidad de mantener nuestro fuego espiritual encendido.
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Conclusión: El Fuego y la Humildad, Dos Claves para la Corrección
Ahora entiendo que la Torah nos está enseñando dos secretos fundamentales para la transformación espiritual:
1. La humildad nos permite reconocer nuestros errores y corregirlos. La pequeña Alef de Vayikrá nos recuerda que la grandeza viene de la humildad. La ofrenda Jatat nos enseña que el error no es un fracaso, sino una oportunidad de crecimiento. La ofrenda Asham nos muestra que asumir responsabilidad por nuestras acciones nos eleva espiritualmente.
2. El fuego interno debe mantenerse encendido.“No dejes que el fuego del altar se apague” significa alimentar constantemente nuestro deseo de conexión. Cuando sentimos que nos falta inspiración, podemos encender la llama con acciones pequeñas pero constantes. La Kabbalah nos enseña que mientras haya una chispa, el fuego puede volver a arder.
Las ofrendas de Vayikrá no son prácticas del pasado, sino un mapa para nuestra alma. Nos muestran que acercarnos a HaShem es un proceso de humildad, corrección y renovación constante.
Cada día tenemos la oportunidad de traer korbanot, no en la forma de animales o harina, sino en nuestras decisiones: Cuando renunciamos a nuestro ego para acercarnos a alguien, estamos trayendo una Ofrenda Olá. Cuando damos con humildad, estamos ofreciendo una Minjá. Cuando reconocemos y corregimos nuestros errores, estamos trayendo una Jatat. Cuando asumimos responsabilidad por nuestras acciones, estamos presentando una Asham.
El mensaje final es claro: Mientras haya humildad para aprender y un fuego que arda en nuestro corazón, siempre podremos regresar a nuestro camino y elevarnos hacia la Luz. El altar está dentro de nosotros, y el fuego de nuestra alma depende de cómo elegimos vivir cada día.
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