
La perfección que HaShem desea: Encender el deseo, no apagarlo
- Luis Alfredo De la Rosa
- 14 may
- 5 Min. de lectura
Continuando con el estudios de la parashá Emor, la Torah nos habla de las condiciones físicas que invalidaban a un kohén o a un animal para el servicio en el Beit HaMikdash. A simple vista, parecería que HaShem busca la perfección exterior. Pero los sabios y los maestros del alma nos revelan que este texto es, en realidad, un código espiritual sobre la salud interior, sobre cómo vivir una vida plena, íntegra y elevada sin reprimir ni castrar nuestra esencia.
En Vayikrá 22:24 leemos:
“Todo animal que tenga los testículos aplastados, mutilados, arrancados o cortados, no lo ofreceréis a HaShem; no hagáis esto en vuestra tierra.”
Esta prohibición no es sólo una ley ritual. Según nuestros sabios, es una advertencia contra cualquier forma de mutilación espiritual, especialmente la represión del deseo, del instinto creativo, de la fuerza vital que arde dentro de cada alma.
El deseo como chispa divina

El Zohar HaKadosh enseña que el yetzer hará (inclinación al mal) no es mal en sí mismo, sino una energía que espera ser refinada. Rav Shimon bar Yojai explica que el fuego del deseo humano es el mismo fuego con el que HaShem creó el mundo. Si lo apagamos, apagamos también nuestra capacidad de crear, de amar, de transformarnos.
Rav Tzadok HaKohen de Lublin decía que los deseos más intensos y difíciles de controlar son una señal de una chispa sagrada oculta. Lo que parece un obstáculo, esconde en su núcleo una energía elevadísima que, si se canaliza, puede elevar mundos.
Por eso el Talmud enseña que un no-judío puede elegir castrarse espiritualmente si quiere – puede renunciar al deseo, al fuego. Pero un hijo de Yisrael no puede hacerlo. Porque nuestra misión no es huir del mundo, sino refinarlo desde dentro. No es apagar el fuego, sino hacerlo altar.
No destruir al perro: la santidad incluso en lo más bajo
El Talmud (Julin 109b) dice: “Ni siquiera puedes castrar a un perro.”
El perro, en hebreo “kelev” (כלב), puede entenderse como una contracción de “kol lev” (todo corazón), lo que indica una energía emocional intensa, impulsiva, visceral. Representa el deseo puro, sin filtro, sin contención.
Nuestros sabios explican que el perro ladra constantemente: simboliza una voz interna que demanda, que quiere, que desea sin medida. Come lo que sea: representa la parte del alma que busca satisfacción inmediata, sin discernir entre lo elevado y lo mundano. Es leal y protector: también tiene el potencial de canalizar esa energía hacia la devoción y el servicio fiel.
Entonces, el perro en nuestra alma representa esa fuerza de deseo que, si se deja sin dirección, puede dominarnos. Pero si se redirige, se convierte en un poder inmenso de pasión por el bien, por el amor a HaShem, por el cumplimiento de las mitzvot.
El Zohar y el perro como símbolo del “otro lado”
El Zohar (especialmente en Parashat Tetzavé y Emor) menciona que el perro está asociado al “Sitra Ajra”, el “otro lado”, el dominio del ego y la separación. Se le llama en algunos textos el “perro que ladra y dice ‘dame, dame’”, símbolo del ego que siempre quiere más, sin límites ni propósito sagrado.
Pero esto no es para demonizarlo. El Zohar también enseña que todo tiene su raíz en lo divino, incluso las fuerzas que parecen oscuras. Por eso, cuando rediriges ese deseo (el “perro interior”), no lo destruyes, sino que lo elevas.
El perro interior representa nuestra pasión sin forma. No es mala, solo necesita dirección. No la anules. No te castres el alma. Toma esa energía y dale un lugar dentro de tu servicio divino: Usa tu deseo para aprender más; Usa tu fuego para ayudar a otros; Usa tu intensidad para cumplir mitzvot con corazón y fuerza.
Este es el camino del jasidismo: no rechazar el deseo, sino transformarlo.
Rabí Najman de Breslov enseñaba que la pasión más intensa también puede convertirse en la más grande alegría espiritual. El mismo fuego que te lleva al placer sin sentido, puede iluminar tu plegaria, tu estudio, tu amor por HaShem y por los demás.
El Tania explica que el alma animal no es enemiga del alma divina; es su materia prima. Es el “perro” que hay que domar con amor, no con represión.
El también enseñaba: “La persona debe hablar con HaShem todos los días como un niño con su padre. Incluso desde el lugar más bajo, desde el deseo más oscuro, puede nacer un nuevo canto, una plegaria, una reparación.”
Una espiritualidad sin mutilación emocional

Muchos que vuelven al judaísmo lo hacen con hambre de luz… pero con miedo. Miedo a ser juzgados. Miedo a no cumplir. Miedo a sus deseos, a su pasado, a su fuego interior. Pero esta parashá nos dice claramente:
“No hagas esto en tu tierra.” No te destruyas por dentro en nombre de la espiritualidad. No te mutiles emocionalmente por cumplir. La Torah no quiere cadáveres espirituales. Quiere almas vivas, con luz en los ojos, con ganas de vivir, de amar, de crecer.
El Baal Shem Tov decía que cada emoción, incluso la más baja, puede convertirse en una escalera al cielo si se transforma con conciencia. La tristeza puede llevarte a la plegaria. El deseo, al estudio. El enojo, a la acción. Todo es energía. Todo es potencial. La santidad es aprender a bailar con tus sombras sin destruirte por ellas.
Los sabios como arquetipos de totalidad
Rabí Yojanán ben Zakkai, era muy famoso por que era un sabio que no sólo conocía los secretos místicos de la Creación (Maasé Merkavá), sino también los cuentos de lavanderos y las fábulas de zorros. ¿Qué nos dice esto?¿Porque era famoso por esto?
De acá podemos aprender que la perfección no está en la anulación de lo simple, sino en la integración de todo lo humano con lo divino. La Torah no está sólo en los cielos. Está en los cuentos, en los oficios, en las historias del pueblo. En tu trabajo, en tus emociones, en tu rutina.
Aplicación de ingeniería del alma:
1. Revisa tus deseos, no los niegues: Cada impulso tiene una raíz sagrada. Pregúntate: ¿Qué parte de mí está queriendo expresarse? ¿Cómo puedo elevar esta energía?
2. No vivas para complacer, vive para conectar: La Torah no es una lista de culpas. Es un mapa de conexión. Cada mitzvá es una herramienta de expansión, no una carga.
3. Aprende a ser sano emocionalmente: No es santidad vivir mutilado emocionalmente. No es piadoso vivir reprimido. HaShem quiere que estés sano por dentro y por fuera. La salud emocional también es una mitzvá.
4. Crea, Imagina: Usa tu energía para construir. Haz arte, cocina con intención, cuida tu cuerpo, ríe. Todo esto es espiritualidad real. Todo esto es Torah vivida.
5. No mutiles ni a tu “perro interno”: Ese lado tuyo que huele el polvo, que a veces tropieza, que tiene impulsos… también es parte del diseño divino. No lo apagues. Enséñale a cantar.
Enseñanza: La corona de la perfección

“Tú serás Kadosh (santo), porque Yo soy Kadosh (santo).” (Vayikrá 19:2)
No dice “serás perfecto”, sino “serás kadosh”. Kadosh significa separado para algo superior, significa completo, pero desde tu propia esencia. La perfección que HaShem quiere no es la ausencia de defecto, sino la armonía de todos tus aspectos al servicio de la luz.
No te cortes. No te aplastes. No te mutiles. Eres una ofrenda viva.
La Torah te llama a traer tu fuego entero, no tus cenizas. A presentarte tal como eres, con pasión, con intención, con deseo, con arte. A transformar cada parte de tu vida en altar
El “perro” en nuestra alma no debe ser silenciado ni castrado. Debe ser entrenado y redirigido. HaShem no quiere un alma mutilada, sin deseo, sin pasión. Quiere un alma viva, llena de corazón, donde incluso el instinto animal sirve a la luz.
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