
Parashat Tazria – El Misterio de la Siembra Celestial
- Luis Alfredo De la Rosa
- 29 abr
- 6 Min. de lectura
La parashá de esta semana, Tazria, comienza hablando del momento más sagrado y misterioso de la vida humana: el nacimiento. Pero lo que podría parecer simplemente una instrucción técnica sobre pureza ritual, en realidad esconde una sabiduría profunda sobre cómo funciona el alma, la energía espiritual, y nuestra conexión con HaShem.
¿Qué significa “Tazria”?
La palabra Tazria (תַזְרִיעַ) proviene de la raíz hebrea zera (זרע), que significa “semilla”. Pero esta semilla no es solo física: representa una chispa espiritual, un fragmento de luz que desciende de los mundos superiores al cuerpo físico. Cuando una mujer concibe, actúa como un kli (recipiente sagrado), donde se siembra una chispa del Or Ein Sof, la luz infinita de HaShem.
Nuestros sabios explican que la palabra Tazria puede leerse como un acróstico espiritual. Tomemos cada letra como inicial de una palabra:
• ת – Torah — la Sabiduría Divina
• ז – Zera — semilla
• ר – Ruaj — espíritu
• י – Yah — uno de los Nombres sagrados de HaShem
• ע – Or — luz
Tazria podría leerse así: “Torah Zera Ruaj Yah Or” — “La Torah siembra el espíritu del Nombre Sagrado como luz.”
Esto se alinea profundamente con la interpretación de nuestros sabios de que el alma que entra al cuerpo en la concepción es una chispa de HaShem, una luz espiritual sembrada en la materia.
Otro acrónimo místico:
• Tikún — reparación o rectificación
• Zera — semilla
• Rujani — espiritual
• Im — con
• Atzilut — el mundo divino más alto
Que podría leerse así: Tikún Zera Rujani Im Atzilut - “La rectificación de la semilla espiritual con Atzilut” — o sea, el proceso por el cual un alma baja desde el mundo más sublime (Atzilut) y se conecta con la materia para cumplir su misión.
El texto de la Torah: el nacimiento y el estado de Tumá

La parashá comienza así:
“דַּבֵּר אֶל־בְּנֵי יִשְׂרָאֵל לֵאמֹר: אִשָּׁה כִּי תַזְרִיעַ וְיָלְדָה זָכָר, וְטָמְאָה שִׁבְעַת יָמִים…”
“Habla a los Hijos de Yisrael, diciendo: Cuando una mujer conciba y dé a luz un varón, quedará en estado de tumá durante siete días…” (Vayikrá / Levítico 12:2)
Aquí aparece una palabra difícil de traducir: tumá (טוּמְאָה), que a menudo se traduce como “impureza”. Pero esto no significa que la mujer esté sucia, impura moralmente o que haya hecho algo malo. Así como el término tzaráat se traduce como “lepra” aunque no se refiera a la enfermedad moderna, tumá no es impureza física, sino un estado espiritual.
¿Qué es realmente Tumá?

La palabra hebrea “tumá” (טוּמְאָה), a menudo traducida como “impureza”, ha sido malinterpretada. En la visión mística, tumá no significa pecado ni suciedad, sino un estado de desconexión temporal del flujo directo de energía divina (shefa Elokí), producto de una transición espiritual poderosa.
Nuestros sabios explican que la tumá aparece en momentos donde el alma o el cuerpo experimentan un cruce entre mundos como La muerte (el alma deja el cuerpo), El parto (cuando un alma entra al mundo físico), La persona que quema la Pará Adumá (Vaca Roja) y otro sinnúmero de experiencias en que el ser humano toca lo sagrado o lo trascendente. En todos estos casos, hay un desbalance temporal, no por pecado, sino por un exceso de luz o una pérdida repentina de ella.
Tumá entonces podemos entenderla como un estado de desconexión espiritual temporal. No tiene que ver con pecado, suciedad ni castigo. Ocurre cuando una persona entra en contacto con una energía espiritual muy intensa, como el nacimiento, la muerte o la revelación divina. Estas experiencias alteran el equilibrio entre el alma y el cuerpo, y eso requiere un tiempo de transición para volver al estado normal.
En el caso del nacimiento, la mujer ha canalizado una fuerza divina de creación tan poderosa, que su ser necesita un proceso de integración para volver al mundo físico. Esa transición es lo que se llama tumá.
El Ramban (Najmánides) explica que el alma del bebé recién nacido desciende de un lugar de gran santidad, y esa cercanía con lo divino tiene un impacto espiritual también en el cuerpo de la madre.
¿Por qué la tumá es diferente al dar a luz a un niño o a una niña?

La Torah establece una diferencia clara en los días de tumá según el sexo del bebé:
“Cuando una mujer dé a luz un varón, quedará en estado de tumá durante siete días… Pero si da a luz una niña, quedará en estado de tumá durante catorce días.”(Vayikrá 12:2, 5)
A primera vista, esto puede parecer confuso. ¿Por qué el nacimiento de una niña implicaría más días de tumá? ¿Acaso eso significa que es algo negativo? Nuestros sabios enseñan que no solo no es algo negativo, sino que revela una profundidad espiritual aún mayor:
El alma de la mujer proviene de una dimensión más elevada: El Zohar y el Ari HaKadosh explican que el alma femenina proviene de un nivel más oculto y profundo del mundo espiritual. Esto significa que cuando nace una niña, se revela una luz más interior, más sutil y más poderosa, lo cual requiere un tiempo mayor para que la madre pueda volver a su equilibrio espiritual.
Así como una vasija más grande necesita más tiempo para ser limpiada y purificada después de contener una sustancia intensa, el nacimiento de una niña implica una revelación espiritual más amplia, que deja una huella más duradera.
La mujer es creadora de creadores: Cuando una mujer da a luz una niña, está trayendo al mundo a una futura creadora de vida, un recipiente que también será capaz de sembrar almas. En ese sentido, está dando a luz no solo a un alma, sino al potencial de muchas almas futuras, lo cual tiene un eco espiritual más profundo.
Como explica el Midrash: “Una mujer que da a luz a una niña, ha dado a luz a generaciones.”
El Hombre y la Abstención: Guardián del Santuario

Durante este tiempo de purificación, la pareja debe abstenerse de relaciones intimas. Esto no es por impureza física, sino por respeto a la dimensión espiritual que se está reconfigurando.
Nuestros sabios comparan este tiempo a los días en que el Kohen Gadol se preparaba para entrar al Kodesh HaKodashim. El hombre debe entender que su esposa es un santuario viviente, y su cuerpo acaba de ser el canal por donde HaShem sembró una chispa de eternidad.
La abstención no es distanciamiento, sino una forma de profunda conexión espiritual. Es el momento de acompañarla, de sostener su alma desde la palabra, desde la ternura, desde la presencia, y no desde el deseo. Según el Baal Shem Tov, este es el momento en que el varón puede elevarse espiritualmente al aprender a “dar sin tomar”.
El Ramban (Najmánides) escribe que la abstención no tiene relación con suciedad o desagrado, sino con respeto por la energía espiritual que ha sido activada. Como cuando uno se acerca a un lugar sagrado: se quita los zapatos, guarda silencio y reconoce la presencia que lo envuelve.
¿Y qué es Tahará?

El estado opuesto a tumá es tahará (טָהֳרָה), comúnmente traducido como “pureza”. Pero más allá de la traducción, tahará significa reconexión con la energía espiritual original. Es el proceso que permite al alma y al cuerpo volver a estar alineados. Es volver a tener la claridad y el equilibrio interior para poder conectarse con HaShem de manera plena.
Tahará no es solo la ausencia de tumá, sino un estado activo de conciencia espiritual. Es un regreso a la armonía, la sensibilidad espiritual, y la capacidad de percibir lo sagrado en lo cotidiano.
Nuestros sabios enseñan que una persona en estado de tahará puede entrar al Mikdash, ofrecer korbanot (ofrendas) y participar en actividades que requieren conexión directa con la kedushá (santidad).
El propósito de la purificación (tahará)

Después del tiempo de tumá, la Torah ordena un proceso de purificación — tahará — que incluye inmersión en la mikve y, en tiempos del Beit HaMikdash, también ofrecimientos espirituales.
Este proceso no es castigo ni “limpieza”. Es una reconexión sagrada, una forma de ayudar al alma de la madre a volver a alinearse con la energía divina, después de haber experimentado un contacto tan intenso con el mundo espiritual.
La tahará representa el regreso a la armonía. Es la calma después de la tormenta de luz. Es el momento donde el alma puede integrarse con claridad y equilibrio. Así como la tierra necesita tiempo para volver a sembrarse después de una gran cosecha, el alma también necesita ese espacio para reintegrarse.
Una enseñanza para nuestras vidas

La Parashá Tazria nos recuerda que no todo lo que parece físico o biológico es solamente eso. Cada experiencia humana tiene un reflejo espiritual profundo, y muchas veces lo que entendemos como “impureza” es simplemente un estado de reajuste energético ante un momento de conexión intensa.
Tazria nos enseña a ver lo invisible, a sentir lo sagrado en lo cotidiano, y a respetar los procesos del alma tanto como respetamos los del cuerpo.
Cuando una nueva vida llega al mundo, algo en los mundos superiores también nace. Y quienes participan en ese milagro —padres, madres, familia— están en contacto con lo más elevado que existe: la chispa divina.
Por eso, tumá no es algo a temer, no es algo inmundo, no está relacionada con “pecado”, es una pausa espiritual más que necesaria para el alma…Y tahará es el camino de regreso al centro, al equilibrio, a la luz.
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