Pekudei: El Ciclo Eterno de Creación, Confianza y Renovación Espiritual
- Luis Alfredo De la Rosa
- 24 mar
- 10 Min. de lectura
La parashá Pekudei cierra el libro de Shemot (éxodo) con un momento de enorme trascendencia: la culminación de la construcción del Mishkan, el tabernáculo que sería la morada de la Shekinah - La Preeencia Divina.
El nombre Pekudei (פקודי) podría parecer, en su superficie, simplemente una referencia al recuento de materiales usados para construir el Mishkan. Sin embargo, al profundizar en su raíz y su contexto, vemos que esta palabra revela un mensaje más amplio y profundo. Su raíz, pakad (פקד), tiene múltiples significados: “contar,” “designar,” “recordar” e incluso “visitar” en un sentido espiritual. Esto nos muestra que Pekudei no se trata solo de números, sino de una energía que habla de propósito y responsabilidad. Cuando HaShem pide que se lleve un registro, no lo hace solo para cumplir con un procedimiento, sino para enseñarnos que cada acto, cada material, y cada esfuerzo tienen un lugar en un plan divino más grande.
Al analizar la gematria de Pekudei, 200, podemos comenzar a entender la profundidad de este mensaje. La gematria de פקודי (200) simboliza plenitud, orden y la unión entre lo material y lo espiritual. Representa el propósito del Mishkan como lugar donde la Shekinah habita, reflejando el cierre de un ciclo espiritual y la conexión entre el cielo y la tierra. El número 200, asociado con la letra ר (Reish), enseña liderazgo con humildad y el esfuerzo continuo de renovación. Este valor también destaca la interacción entre los mundos superiores e inferiores, recordándonos que nuestra misión es construir un espacio interno donde la luz divina pueda manifestarse.
Esta conexión entre lo espiritual y lo físico también es señalada por el Ari Zal. Según sus enseñanzas, el nombre Pekudei refleja un momento de balance espiritual. Todo lo que hacemos, todo lo que entregamos y todo lo que creamos tiene un impacto eterno. En este caso, el recuento de los materiales simboliza que todo en este mundo tiene un propósito exacto dentro del diseño de HaShem. Este concepto nos enseña a valorar cada detalle, incluso aquellos que parecen insignificantes.
Además, Pekudei nos recuerda que no solo nuestras acciones son “contadas,” sino que también son “recordadas.” Cuando HaShem nos pide dar o construir algo, no lo hace porque Él necesite nuestras donaciones. Él nos da la oportunidad de ser parte de Su plan. Al hacerlo, estamos creando una conexión eterna con lo divino, asegurándonos de que nuestras vidas tienen un impacto duradero.
La energía que trae esta parashá es la del orden, la precisión y la claridad espiritual. Es una invitación a examinar nuestra propia vida: ¿Estamos alineados con el propósito divino? ¿Estamos poniendo nuestros talentos y recursos al servicio de algo más grande que nosotros mismos? Pekudei nos da la oportunidad de reflexionar y ajustar nuestro enfoque para alinearnos con esta energía.
Al comprender este mensaje, nos damos cuenta de que Pekudei no es solo el cierre del libro de Shemot, sino una guía para la vida. Así como el Mishkan fue construido con precisión y propósito, nuestras vidas también deben ser moldeadas con intención, confianza y dedicación a HaShem. Este tema nos prepara para explorar cómo la confianza en HaShem es esencial para construir esa vida con propósito.
“Bitajón y Generosidad: La Confianza en HaShem Reflejada en la Construcción del Mishkán”

El concepto de bitajon (ביטחון), o confianza plena en HaShem, está profundamente entrelazado con la parashá Pekudei. En cada detalle de las donaciones para el Mishkan, podemos ver actos de fe por parte de los Hijos de Yisrael. Cada individuo donó oro, plata, telas y otros materiales preciados, no por obligación, sino por una demostración de confianza. Sabían que HaShem proveería para ellos, incluso mientras daban de lo que tenían.
Cuando observamos el tema de las terumot (תרומות), las ofrendas para el Mishkan, entendemos que no solo eran materiales físicos, sino símbolos de fe y gratitud. Dar de lo propio, especialmente en un momento de transición y desafíos como el que vivían los Hijos de Yisrael, era una muestra de que confiaban plenamente en el proceso divino. Esta idea de bitajon se extiende a nuestras vidas actuales: dar, incluso cuando parece difícil, es una manera de declarar nuestra fe en que HaShem nunca nos abandona.
Nuestros sabios enseñan que la tzedaká (צדקה), o caridad, es una de las herramientas más poderosas para atraer bendiciones. En la parashá, vemos que las ofrendas no solo permitieron la construcción del Mishkan, sino que también abrieron un flujo constante de abundancia para el pueblo. Esto se debe a que cuando uno da con un corazón sincero, rompe barreras espirituales y permite que la luz de HaShem fluya libremente.
El Zohar enfatiza que la conexión entre la generosidad y la confianza en HaShem es un principio fundamental del universo. Cuando confiamos en que todo lo que tenemos viene de HaShem, dejamos de apegarnos a lo material y aprendemos a dar con alegría. Este acto abre canales de Shefa (abundancia) y crea un ciclo de dar y recibir que refleja el diseño divino.
La confianza en HaShem también está vinculada con la idea de abundancia no solo material, sino espiritual. Cuando damos con confianza, no solo estamos abriendo nuestras vidas a recibir más, sino que también estamos construyendo un mundo donde la presencia divina puede manifestarse plenamente. Así, el acto de dar se convierte en un acto de creación, similar al proceso de construcción del Mishkan.
Esta reflexión sobre bitajon nos lleva al siguiente tema: cómo la finalización de la obra del Mishkan, liderada por Moshe, nos enseña sobre el propósito final de nuestras acciones y cómo se relaciona con el comienzo de todo, Bereshit.
El Mishkan: Uniendo el Principio y el Fin del Propósito Divino

El versículo “ויכל משה את המלאכה” (Vaiechal Moshe Et HaMelacha, “Y Moshe terminó la obra”) señala el propósito supremo de la creación. Este pasaje, que describe la conclusión de la obra del Mishkan, está profundamente vinculado a la primera palabra del primer versículo de la Torah, “בראשית” (Bereshit - “En el principio”). Ambas comparten la misma gematria, 913, revelando una conexión espiritual que une el principio de la creación con la culminación de la construcción del Mishkan.
¿Por qué se conecta el final del Mishkan con el inicio de la creación? Según nuestros sabios, el propósito de la creación estaba claro desde el comienzo: transformar este mundo en una morada para la Shekinah (שכינה), la presencia divina. La construcción del Mishkan no es solo un acto físico, sino la manifestación tangible de este propósito. Este lugar sagrado representaba un punto donde lo celestial y lo terrenal se encontraban. Aquí se refleja el concepto del Sefer Yetzirah: “נעוץ סופן בתחילתן ותחילתן בסופן” (Nautz Sofan BeTjilatan VeTjilatan Besofan), que significa que “el final está vinculado al principio y el principio al final.” Desde Bereshit, el plan divino era que el mundo material pudiera Reflejar Su Luz Infinita (Lehakrin Et Oro HaEinSofi), y este propósito alcanzó su plenitud con la construcción del Mishkan, el lugar donde la Shekinah podía habitar.
El Mishkan (משכן), cuyo nombre proviene de la raíz שכן (shachen), que significa “habitar,” fue diseñado para ser el espacio físico donde la presencia divina se manifestara en el mundo. Este lugar no solo tenía un propósito exterior, sino que también reflejaba el esfuerzo humano por invitar a la divinidad a habitar dentro de cada persona. Esto se expresa en el versículo: “ועשו לי מקדש ושכנתי בתוכם” (“Y harán para Mí un santuario, y habitaré en medio de ellos”) – Shemot 25:8. La palabra ושכנתי (Shokanti) “habitaré” demuestra que la verdadera finalidad del Mishkan no era un lugar físico estático, sino la transformación espiritual de los Hijos de Yisrael en recipientes vivos de la Shekinah. Cada detalle de la construcción del Mishkan reflejaba el esfuerzo divino y humano por unir lo espiritual con lo material.
La Shekinah, como manifestación de la presencia divina, desciende cuando el cielo y la tierra se conectan. El Mishkan se convierte así en un modelo de renovación y propósito, enseñándonos que nuestras vidas pueden ser como un Mishkan al vivir con pureza, intención y devoción. Al convertir nuestras acciones en espacios de santidad, cumplimos la promesa de “ושכנתי בתוכם” y transformamos nuestro mundo interior en una morada para la luz infinita de HaShem. Esta enseñanza nos recuerda que cada final está intrínsecamente conectado con un nuevo comienzo, y que el esfuerzo constante por renovar y elevar nuestras vidas nos acerca al propósito divino..
Moshe armaba y desarmaba el Mishkan diariamente: Un acto de renovación espiritual continua

El hecho de que Moshe armara y desarmara el Mishkan cada día durante los siete días de su inauguración encierra lecciones profundas sobre la conexión entre lo humano y lo divino, y el camino continuo hacia la perfección espiritual. Aunque, desde un punto de vista práctico, este acto podría parecer innecesario, su significado espiritual nos revela un principio central del propósito divino: la importancia de la renovación diaria en el servicio a HaShem.
Un ciclo de construcción y renovación
Moshe sabía que cada día trae consigo una energía única y una oportunidad renovada para acercarse a HaShem. Por eso, al desarmar y reconstruir el Mishkan diariamente, él no solo cumplía una tarea física, sino que consagraba cada nuevo día como una oportunidad para reafirmar el propósito divino. Cada reconstrucción simbolizaba que nuestra conexión con HaShem no es estática, sino dinámica, y que necesita ser reforzada constantemente con nuestras acciones.
Este ciclo diario nos enseña que el trabajo espiritual no se completa con un solo esfuerzo. Incluso después de alcanzar ciertos logros, siempre hay espacio para crecer y refinar nuestra conexión con lo sagrado. Así como Moshe no se conformó con dejar el Mishkan armado permanentemente, nosotros tampoco debemos sentir que nuestro desarrollo espiritual termina en un punto fijo.
Paralelismo con la creación del mundo
Nuestros sabios enseñan que antes de crear este mundo, HaShem creó y destruyó varios mundos hasta alcanzar el equilibrio perfecto. Este proceso demuestra que incluso el acto más sagrado requiere ajustes y un esfuerzo continuo para reflejar la perfección divina. El acto de Moshe al construir y desarmar el Mishkan diariamente emula este principio divino: la creación no es un acto finalizado, sino un proceso constante de mejora y perfección.
El Zohar destaca que esta acción de Moshe también simboliza la idea de transformación constante, donde lo material se eleva hacia lo espiritual y viceversa. Al construir el Mishkan diariamente, Moshe nos enseña que debemos encontrar el equilibrio entre el esfuerzo físico y la intención espiritual, asegurándonos de que cada acción esté alineada con el propósito divino.
Lecciones prácticas para nuestras vidas
Esta enseñanza nos invita a reflexionar sobre cómo enfrentamos los desafíos y responsabilidades diarias. La vida está llena de momentos en los que sentimos que debemos “reconstruir” lo que hemos logrado, ya sea porque enfrentamos un obstáculo o porque nos damos cuenta de que hay más trabajo por hacer. Moshe nos inspira a aceptar este proceso con humildad y determinación, entendiendo que cada esfuerzo diario refuerza nuestra conexión con HaShem.
Además, esta acción nos recuerda que la rutina diaria puede convertirse en un espacio de santidad si la abordamos con intención y propósito. Cada día podemos renovar nuestra devoción, nuestras relaciones y nuestras metas espirituales, transformando incluso los actos más mundanos en momentos de conexión con lo divino.
El Mishkan como símbolo de estabilidad y esperanza
Aunque el Mishkan se construía y desarmaba cada día, simbolizaba algo profundamente estable: la presencia constante de HaShem en medio del pueblo. Este acto refleja que, aunque el mundo pueda parecer inestable y en constante cambio, siempre podemos encontrar estabilidad en nuestra conexión con HaShem.
El acto de Moshe nos enseña que, incluso en tiempos de incertidumbre, podemos trabajar para construir un “Mishkan” interno: un espacio en nuestras vidas donde la presencia divina pueda habitar. Esto requiere un esfuerzo diario, pero también nos asegura que cada acción que tomamos con intención tiene un impacto eterno.
La acción de armar y desarmar el Mishkan diariamente nos invita a preguntarnos: ¿Estamos dispuestos a reconstruir nuestras vidas espirituales diariamente, incluso cuando parece difícil ¿Entendemos que el esfuerzo constante es una expresión de nuestra fe y confianza en HaShem?¿Cómo podemos convertir nuestros desafíos cotidianos en oportunidades para acercarnos más a lo divino?
El acto de Moshe al armar y desarmar el Mishkan diariamente es un recordatorio poderoso de que el trabajo espiritual no tiene fin. Cada día es una nueva oportunidad para construir un espacio para la presencia divina en nuestras vidas. Así como Moshe dedicó cada día a este proceso, también nosotros debemos dedicar nuestras acciones diarias a renovar nuestra conexión con HaShem, confiando en que cada esfuerzo nos acerca a la perfección divina.
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Conclusión: El ciclo eterno de confianza, propósito y renovación

Pekudei nos revela que la esencia de nuestra existencia es un ciclo eterno de creación, destrucción y renovación, todo guiado por la confianza absoluta en HaShem y el propósito divino que impregna cada detalle de la vida. Desde el recuento minucioso de los materiales para el Mishkan hasta su construcción y dedicación, esta parashá nos enseña que incluso los actos más simples y materiales pueden convertirse en portales de conexión con lo infinito cuando se realizan con intención y emuná (fe).
El vínculo entre la culminación del Mishkan y el inicio de la creación en Bereshit nos recuerda que todo en este mundo está diseñado para cumplir con el propósito divino: convertir lo físico en una morada para la Shekinah. Así como HaShem creó y destruyó mundos antes de encontrar el equilibrio perfecto, se nos enseña que el verdadero trabajo espiritual no radica en la perfección inmediata, sino en la valentía de empezar de nuevo, una y otra vez, sin perder de vista la meta. Este proceso es un reflejo de la compasión infinita de HaShem, quien nos da la oportunidad diaria de corregir, construir y acercarnos más a Él.
El acto de Moshe de armar y desarmar el Mishkan diariamente encierra un mensaje aún más profundo. Nos muestra que la espiritualidad no es un estado fijo, sino un flujo constante. Cada día trae consigo una nueva oportunidad para elevarnos, para reconstruir lo que parece perdido, y para infundir propósito en cada acción. Este ciclo de esfuerzo diario es la manera en que abrimos nuestros corazones a los canales de Shefa (abundancia) y atraemos la luz divina a nuestras vidas.
Rebbe Najman de Breslev enseñó que no importa cuán lejos caiga una persona, siempre tiene la capacidad de renovarse por completo. Cada nuevo amanecer es un llamado de HaShem, recordándonos que la creación aún no está completa, que nuestro esfuerzo diario es una parte indispensable de Su plan. Este entendimiento nos da fuerza para enfrentar los desafíos con emuná, sabiendo que incluso en la aparente destrucción hay un propósito: preparar el terreno para algo más grande y más elevado.
Pekudei nos invita a transformar nuestras vidas en un Mishkan personal, donde cada pensamiento, palabra y acción estén dedicados a traer la luz infinita de HaShem a nuestro mundo. La confianza, el propósito y la renovación no son solo conceptos abstractos, sino los cimientos sobre los cuales construimos una vida de significado. Al abrazar este ciclo eterno, no solo nos acercamos a HaShem, sino que también nos alineamos con la verdad más profunda de la existencia: que cada paso, por pequeño que parezca, nos acerca más a nuestro destino espiritual, convirtiéndonos en socios activos en la obra de la creación.
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